Cómo se formó la Biblia

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Book Review

Southwestern Journal of Theology (48.1)

Southwestern Journal of Theology
Volume 48, No. 1 - Fall 2005
Editor: Paige Patterson

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Por Ediberto López. Minneapolis: Augsburg Fortress, 2005. 183 páginas. Rústica, $15.00.

El Dr. López es un ministro metodista graduado de Drew University con un doctorado en Nuevo Testamento, además de ser profesor en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. Este último libro suyo es parte de la serie “Conozca su Biblia” cuyo editor general es el Dr. Justo L. González. La obra propone recontarnos la historia de la formación del Canon bíblico. Es animador que teólogos latinoamericanos estén trabajando seriamente éste y otros temas de relevancia para la fe del pueblo de Dios.

De acuerdo con el autor, el libro va dirigido a una audiencia más popular que académica. Se trata entonces de una introducción. Son diecinueve relativamente cortos capítulos que relatan fluidamente el entendimiento que López tiene sobre la formación del Canon bíblico. Todos los capítulos son de fácil lectura, amenos y con ejemplos literarios e históricos interesantes. Los primeros cuatro capítulos son más teológicos que históricos. En ellos, el autor presenta su entendimiento global de la naturaleza de la Biblia y de su función dentro del pueblo de Dios. El libro se cierra con una brevísima bibliografía y un glosario básico.

En general, el libro deja una sensación agradable por su estilo sencillo y al mismo tiempo específico. También es cierto que en general, el autor parece alinearse más con aquellos estudiosos no conservadores. Ejemplo de esto es su tendencia a fechar bastante tardíamente algunos escritos nuevotestamentarios, su total aceptación de la no autoría de algunas cartas paulinas, y su apego, aparentemente irrestricto, a las teorías documentarías del Antiguo Testamento.
El libro provee valiosas perspectivas y percepciones útiles para aquellos que no han entrado en contacto con las posiciones arriba mencionadas. Un ejemplo de esto sería la necesidad de estudiar el Canon, poniendo un ojo en el escrito mismo, y otro en la situación sociológica de la iglesia a la que iba dirigido y que favoreció la inclusión de ese escrito en el Canon.

Por otro lado, el libro trabaja con una tensión. Por un lado identifica a la Biblia llanamente como “palabra” y no como “Palabra” de Dios (5). Sólo cuando la Biblia es leída “con sabiduría y fe se convierte en palabra viva de Dios” (10). Por el otro lado, ¡el libro termina con un himno dedicado a la Biblia! De muchos es sabido que esta posición académicamente defendida por teólogos neoortodoxos, no es compartida por la gran mayoría de evangélicos latinoamericanos para quienes la Escritura es el mismo aliento de Dios (“teospneustos,” 2 Tim. 3:16). Esto es, aun cuando se reconozcan sus complicados matices interpretativos. Aun Karl Barth mismo, siguiendo la analogía cristológica, describiría más sofisticadamente la relación entre la humanidad y la divinidad de la Escritura.

También me gustaría señalar que el libro no provee información básica sobre algunos de los puntos con los cuales muchos evangélicos tendrían claras diferencias. Por ejemplo, simplemente se da por sentado—sin dar mayores explicaciones—que el Canon incluye cartas de Pablo que supuestamente no son de él, sino de sus discípulos. Quizá para la academia este no sea un problema, pero para el pueblo de hoy en general, este es un factor que restaría credibilidad al Canon bíblico. Más argumentación histórica—teológica es necesaria si el libro quiere convencer a la audiencia a la cual se dirige.

Debo decir algo también de la manera un tanto desequilibrada en la que el libro presenta la historia de algunos libros del Canon. Aun proveyendo interesantes hipótesis históricas, el libro no logra balancearlas con una mayor consideración de la providencia divina en el proceso de canonización. Un ejemplo es la afirmación de que fue una lectura “ideológica” y “manipuladora” de Apocalipsis, por parte de creyentes que defendían al imperio romano de sus enemigos, ¡la que le permitió a este libro entrar en el Canon cristiano (145)! ¿Cómo se puede apreciar, respetar y obedecer a un Canon cuya integración, aunque sea en parte, se debe a motivos tan equivocados? Por supuesto, el movimiento del Espíritu de Dios en la formación del Canon pudo permitir motivos humanos equivocados. Pero, antes de decir esto no sólo debemos estar completamente seguros de que así sucedió, sino que además debemos enfatizar el papel de la providencia divina al hacerlo. Esto es, si queremos “aclarar” y no opacar “a nuestros lectores y lectoras el hermoso camino por el que los eventos salvadores de Dios llegaron a formar nuestros textos bíblicos” (8).

Sorprendentemente, dentro de la bibliografía en español no se incluyen los dos clásicos estudios del ilustre y también metodista Gonzalo Báez Camargo, Breve Historia del Canon Bíblico, y Breve Historia del Texto Bíblico. ¡Obras por demás extraordinarias!

El libro del Dr. López habrá logrado un propósito loable si genuinamente motiva al pueblo hispanohablante a exclamar junto con Francisco Penzotti:

¡Libro Santo! Mi estancia ilumina,
Nunca, nunca te apartes de mí;
Contemplando tu bella doctrina
No hay males ni penas aquí (175).

Gerardo Alfaro
Author

Gerardo Alfaro

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